ANTE TODO, AGRADECEMOS SU INTERÉS POR ESTE CASO.

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DATOS CONTRASTADOS EN REFERENCIA A LA DESAPARICIÓN DE DOÑA NEMESIA MORATÓ



Sabemos que el lunes 14 de febrero de 2004 abandona el hogar del jubilado con la intención, según ella (como comunicó a sus compañeros del ala de juegos de mesa del citado asilo) de reincorporarse como trabajadora voluntaria en la Hemeroteca Nacional en su sede de Barcelona.
Paseo de la Zona Franca s/n. esquina C/ Hornos del Berguedà.

Así mismo, tenemos constancia de que se muda de domicilio y pasa de residir en la calle Brunete 25 (en una casa con patio del barrio del Carmelo), a hacerlo en Hospitalet, en un bloque de protección oficial de la calle Celestino Huertas 24. Al parecer, se hace traslado de un escueto ajuar (ropas y muebles, sobre todo) y el resto de sus pertenencias son donadas, según consta en un albarán de Corredurías Olmo, a los Hogares de la tercera edad de S'Agaró. Como hemos comprobado, la mayoría de los objetos llevan más de dos años embalados en cajas de cartón en el salón principal del pequeño apartamento, a excepción de un bañador C&K y un vestido azul de noche que comparten percha en el mismo ropero. No se registra actividad ni en la cocina ni en el cuarto de aseo, a excepción de dos botes vacíos de CUCAL, uno en cada espacio. Nadie de la escalera de vecinos ha reconocido la presencia de la sra Nemesia en el inmueble, aunque en el padrón municipal consta como inquilina desde febrero de 1998.
De sus cuentas corrientes y libretas de ahorro son retirados periódicamente los abonos que realiza la Seguridad social en concepto de Pensión de jubilación y Pensión de viudedad desde diferentes capitales españolas. También son puestas al día otras cuentas donde revierten los réditos de algunas acciones. En una de estas cuentas, perteneciente a la Caja de Pensiones de Trujillo, consta el cobro de dos alquileres en Plasencia (Cáceres) y una anotación, también periódica y mensual, de novecientos euros, que se realiza aleatoriamente desde diferentes oficinas de Correos en la provincia de Valladolid por ingresos en efectivo. De estas últimas cuentas no es retirada cantidad alguna, aunque se ha comprobado que se efectúa control del saldo a diario, en alguna ocasión varias veces al día y desde lugares tan dispares como El Cairo, Nuanchot, Tolousse o Reus. Se puede facilitar estadillo completo de esas comprobaciones, algunas con fecha, e incluso hora local, desde enero de 2007 a quien pudiera necesitar tales referencias. No disponemos de mayor información relacionada, aún cuando hemos volcado en estas páginas algunas reseñas sobre su persona que amablemente han ido facilitándonos amigos y conocidos de Nemesia. En estos momentos estamos a la espera de más informaciones al respecto. Aceptamos cualquier anotación sobre el particular de aquel o aquellos que tengan a bien ofrecernos de su paradero, tal vez alguna pista fiable u otras referencias acerca de su vida. Quizás estas puedan conducirnos de alguna manera hasta ella. Agradeceremos se pongan en contacto con el gabinete de consultoría Rideel&CO o con su director Atahualpa Figo Moreno a través de este medio.







9.24.2007

Triste historia del Perro Belisario. Contraportada de la revista satírica "El Ñu" once de septiembre 1983. Holofernes Cuadrumán

Belisario volvió a comer del cazo.

Era la tercera vez que le advertían y él no pareció comprender.
Resignado se echó en su rincón.

Belisario no era un perro corriente, no, no lo era, aun cuando su conducta en los últimos meses se había vuelto más tranquila, algo taciturna y esquiva, sedentaria se podría decir.

Belisario, aparte de lanudo y asimétrico (de orejas sobre todo) siempre fue un perro insólito, perifrástico, un galgo alienígena que tan pronto permanecía un día entero de pie, parado en sus patas traseras, como que se liaba un cigarro y se lo fumaba tan campante.

En un principio, su dueña, la joven Nemesia María Morató, profesaba por el chucho una devoción rayana a lo absurdo, una filia maternal extrañamente admirativa; un compendio de comportamientos alterados que, siendo ridículos, no dejaban de parecer penosos, grotescos, enfermizos. Se empeñaba la buena chica en que el tuso aprendiera a escribir, ya que él mismo parecía querer comunicarse en todo momento, utilizando ladridos, aullidos y todo tipo de expresiones foneticocaninas, sin éxito aparente.

Alrededor del nucleado Belisario hizo girar toda su vida cotidiana la amante señorita: las largas veladas, los festivos, las vacaciones. Figúrese el lector, un perro con coeficiente intelectual y todo.
El cánido fue en otro tiempo, eso sí lo tuvo, un precioso cachorrillo de suave pelaje, de conducta juguetona y cariñosa que complacía a su propietaria y que la hacía sentirse prendada por el pequeño animal.

Belisario, no obstante y como se ha comentado, no tardó en crecer.

Al segundo año dejó de observar sus tareas académicas y se le manifestaron las prolongaciones de aquella conducta de perro falderillo y consentido, comenzando a a desarrollar por aquel entonces unos hábitos perrunos algo molestos, naturales, aunque nada sorprendentes.

Si por un lado estaba perfectamente educado en lo referente al control de sus deposiciones y estas las realizaba siempre en el mismo parque infantil y a las mismas horas, había algo de su comportamiento en el aspecto sexual que llamaba poderosamente la atención.
Belisario era un ser arrebatado por Eros en el sentido menos templado de la expresión. Se le veía extremado y vigoroso en ese campo, y se mostraba excitado y dispuesto a la cópula en cualquiera que fuera el momento y el lugar.

Su partenaire favorita, como todo el mundo observaba con asombro, a veces con deleite, otras con cubazos de agua, era una solemne perra de muy largas patas y melenas que se desahogaba en el mismo parque que él mismo, con diferentes mecanismos, aunque nunca simultáneamente.

El entusiasta de Beli, en su afanoso obrar y sin ambages, no hacía ascos ni ignorancias a ningún tipo de ser cuadrúpedo que por aquel sitio circulara, rondara o hiciera traviesa, además de alguna pierna humana, claro está.
En estas abandonó definitivamente los ejercicios que a diario practicaba, llámese matemáticas para gorilas, dicción, gramática, teatro chino, mimo y pantomima, tango, etc...

En aquella babilonia para perros donde Beli se relajaba de la insistencia cultural de Nemesia, rivales perrunos marcaban sus correspondientes territorios con la micción oportuna al soporte en cuestión, delimitando espacios e intenciones ante las supuestas injerencias de otroriedades perrunas. Esto último, siendo cosa importante para nuestro galán, facultaba que el amigo manifestara su intransigencia más estricta.
Quizás por esta jefatura de macho alfa, y durante un tiempo, Beli fue un campeón, y no uno cualquiera ; se podría suponer que uno hace referencia a aquellos que siempre pendencian con los más pequeños y que a los de su tamaño enseñan simplemente los dientes, no, al contrario. Nuestro protagonista era un camorrista de tomo y lomo, un bravucón que no permitía que ningún otro bicho se acercara a su coso de promiscuidad canina ni a su teatro griego de operaciones.

Aquello tenía que acabar.

Sucedió que un día, tan ufano y vigilante paseaba Belisario por el parque en cuestión que nada presintió cuando, tras un hombrecillo gris de ralo cabello y costillar marcado, apareció un gigantesco perro albino con collar de pinchos llamado Turco (el perro), con aspecto ausente, ignorante, indiferente. Esta tríada de apariencia inofensiva se le manifestaba a cada paso y tras las tímidas órdenes que el pequeño hombrecín, es decir su amo (el del Turco), se empeñaba en manifestar.
Los que lo vieron aseguran que con una parsimonia ajena al mundo animal, el ya definido Turco, comenzó a olfatear las cagarrutas y micciones que a cientos había por aquella explanada, como aquel que busca algo sin saber a ciencia cierta el qué.
Mientras sucedía esto, seguramente incontables cosas más, Beli, ojo avizor, tieso y a la carrera se aprestó a identificar al recién llegado.

El impávido Turco, que de hechuras, peso y planta rondaba las de un mastín hiperdesarrollado, correspondió y fue a curiosear en el equidistante apéndice de Belisario en el que nuestro protagonista se mostraba tan interesado, aun no siendo el suyo propio.

Qué mal día para el pobre Beli.

Fue ahí, en ese lugar y en el sitio justo, donde el indiferente perro, con su estampa glacial, impasible, propinó una silenciosa, precisa y tremenda dentellada dejando a nuestro Belisario como le han conocido al principio del relato.

Ahora duerme en el patio trasero, lee algo, pero no mucho, y la rigurosa señorita Nemesia se ha agenciado un loro.

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EL EQUIPO DE RIDEEL &CO. PRECISA DE SU COLABORACIÓN

Cualquier noticia, o aproximación a la identidad de doña Nemesia Morató Xirgu, será bien recibida.
Sus posibles herederos sabrán agradecérselo.
Se ha establecido una recompensa de la que se dará mayor información en su momento.
A todo aquel que sepa dar algún dato sobre Nemesia o esclarecer las relaciones que gota a gota van desgranándose a través de este medio, la familia Van-Gaal Morató ofrecerá su merecida compensación.

(Muy importante: Necesitamos fotografías de la señora Morató de la que se pudiera disponer, ya que, incomprensiblemente, a día de hoy no contamos con ninguna. De manera un tanto ilógica, han desaparecido inclusive del registro del Documento nacional de identidad.)

Escrito atribuido a la señora N.Morató. Cajón de una mesilla, Chamarilero, Ponferrada, 19/08/04.




Me siento abotargada, y creo que no es por otra causa que por la costumbre que estoy adquiriendo de hacer balance de todos y cada uno de mis actos. A pesar de ello, valoro como positivo este antojo mío de juzgar cualquier cosa, aunque tenga que verme como me veo y sentirme de esta manera. Podrá parecer que todo viene derivado desde el cono de deyección de mi cascada natural de persona uniforme y objetiva, no carente de pesimismos profundos ni ausente de las más elementales virtudes teologales, cardinales, dones y frutos del espíritu.Disiento, no obstante, mientras que me reafirmo en lo mío, sin dejar de calificar esta manía persecutoria como fruto escuálido de una moralidad impuesta, a la vez que la veo desde lejos con la rigidez de aquella que ha sido educada dentro de camisas de franela y de batas escolares dos tallas menores. Es por esto, y por algunas otras cuestiones, que he decidido calificar mi aproximación al sintagma gramatical “Resentimiento” como el delta lógico de una vida fútil e inservible, afluente, a la vez, de vidas principales y rierilla de un acueducto-gravamen de progenitores impositivos y totalitarios, mientras que de puentes desorientados y ausentes. De nada sirvieron las revisiones periódicas de mis expedientes realizadas con inquina zorruna por las hermanas (mitad a madres mitad monjas) de la fluida congregación de Santa Brunilda. De nada sirvieron, digo, pero me reafirmo en la naturalidad que, años después, he podido valorar en sus plegarias. Si bien papá y mamá me ignoraron todo lo que pudieron, mientras viajaban por los países más recónditos a la búsqueda de objetos arqueológicos relacionados con el germen de vida extraterrestre en nuestro planeta (cosa que no viene a cuento en este resumen), ellos mismos hicieron que otros estamentos instructivos, y por qué no decirlo: docentes, se cebaran con mi persona (y experimentaran con ella) haciendo uso del catálogo de las técnicas pedagógicas misioneras más avanzadas, mientras que desempolvaban algunas otras tardo-medievales. He de reconocer, por otra parte, haciendo de nuevo alarde de mi obcecación y manía de ser la jueza de mi vida, que si bien la voluntad de las misioneras y voluntarias fue siempre la de orientarme hacia la sumisión y el recato, mi tozudez opuso a sus prácticas una férrea resistencia a la vez que una inoperancia y un sufrimiento sin medida. Esa negación a dejarme llevar sin sentido, “Impermeable Mula” me llamó Sor Társila, facultó que me dieran por imposible a la vez que me ofrecieran como alternativa una serie de ocupaciones relacionadas con la limpieza de las letrinas, las jaulas de las pulardas y el laboratorio de química. Fue ahí donde purgué mis pecados de alumna indisciplinada y obtusa, según ellas, a la vez que yo misma ejercía de profesora mía, mientras que de compañera, colega y amiga invisible. La cuestión es que el paso del tiempo, y el uso abusivo de determinadas substancias, me ha hecho olvidar el monto de aquellos infaustos años de aprendizaje y clausura, mientras que, incomprensiblemente, ha acrecentado esta indiscriminada inclinación mía hacia el Resentimiento. Lo porcentual de lo uno nos lleva a lo otro y viceversa, mientras que es directamente proporcional, el incremento del sentimiento puro este, al declive memorístico que de lo concreto y vivido recuerdo.Lo que no he dejado ni por un momento de chirriar como el eje vertebrador de mi estúpida infancia, ha sido la vara de mimbre con la que Sor Társila intentaba en todo momento hacerme comprender, también según ella, la verdad que había en sus palabras y en lo mucho que mi mente oxidada desconocía del mundo exterior. La tarde en que desapareció dentro de la tina de ácido sulfúrico fue la más feliz de mi vida, al margen, claro está, de la que vi aterrizar a papá y a mamá en un platillo volante con aspecto de taxi para rescatarme y partir todos juntos hacia el asteroide imaginario QWERTY, aunque después me abandonaran allí a merced de otras alienígenas también con túnicas y proclives sin mesura a innumerables ritos y ceremoniales relacionados con rezos y guisos de remolachas hervidas.Volviendo a lo incongruente de mi vida vivida, no podré olvidar mi tránsito por hospicios, lupanares, estaciones orbitales ni cotolengos. Resultaría ahora conveniente hacer uso de una capacidad de valoración superior de la que dispongo, como para poder transmitir al lector cuales fueron y de qué manera obraron en mi persona aquellos periplos sin límite por biohábitats tan dispares. Si pudiera endilgarles mejor mi condición narrativa, explicaría de qué manera y cómo huí, caí presa, realicé conferencias, fui asistente teatral e incluso hice un curso de cocina japonesa. No quisiera evaluar este compendio de excentricidades lúdicas como el lógico flujo magmático y purulento en el que ha desembocado mi existencia. No.No muero aquí, aunque muchos lo quisieran; mi vida debe avanzar progresando hacia adelante, mientras que observo el modo en que yo misma me retracto de mis críticas a la vez que me reafirmo en mis valoraciones. Salgo a comprarme unas medias.