Un Aullido de hierro navegando la
sangre
Huesos calcinados hundiéndose en la arena
La playa del hijo en el vientre de
nadie
La flor en el aire
Oscura balada en cárcel interior
Barro en los ojos
Blanda la soledad en la noche de
todos
Donde asombra la luz de puentes
abiertos
Prisa que diluye una presencia de
niña
Danzando por las calles, riendo ajena
la muerte presentida
Canciones que ametrallan puestos
abatidos
Tejen abrigos y sangre con botones
dorados
Y cintas de colores y muérdago y
viento helado
Así circula, juega, se mira en cien
libros
y se ve niña, así, solamente distante
Corriendo, apagando en esos gritos
fronteras
A los hombres, los abrigos, los
sencillos poemas
Niebla, destellos amortiguados, ropa
blanca
Música que inspira una llamada nocturna
Carreteras vacías, pasos mojados, llanto
de animales
Camas encendidas de blancos
hospitales
Se inyecta como un ángel las llamas
del presente
(magma azul de densos cristales)
E insiste en ese surco que deshace el
instante
Y respira, se acerca, olvida el
destierro
Cuidándose los brazos, sin mirarse al
espejo.
Más fuerte que el sol y aun mucho
más lejos